jueves, diciembre 31, 2009
Año viejo
sábado, diciembre 26, 2009
El otro desde mi lectura
El cuerpo como escena, el paisaje como escena, el tiempo como escena desaparecen progresivamente. Lo mismo ocurre con el espacio público: el teatro de lo social, el teatro de lo político se reducen cada vez más a un gran cuerpo blando y a unas cabezas múltiples. La publicidad, en su nueva versión, ya no es el escenario barroco, utópico y extático de una visibilidad omnipresente de las empresas, las marcas, los interlocutores sociales, las virtudes sociales de la comunicación. La publicidad lo invade todo a medida que desaparece el espacio público (la calle, el monumento, el mercado, la escena, el lenguaje) (…) Esta es nuestra única arquitectura actual: grandes pantallas de donde se refractan los átomos, las partículas, las moléculas en movimiento. No es una escena pública, un espacio público, sino gigantescos espacios de circulación, de ventilación, de conexión efímera.
Ya no estamos en el drama de la alienación, sino en el éxtasis de la comunicación. Y este éxtasis sí es obsceno. Obsceno es lo que acaba con toda mirada, con toda imagen, con toda representación. No es sólo lo sexual lo que se vuelve obsceno: actualmente existe toda una pornografía de la información y la comunicación, una pornografía de los circuitos y las redes, de las funciones y los objetos en su legibilidad, fluidez, disponibilidad y regulación, en su significación forzada y en sus resultados, sus conexiones, su polivalencia, su expresión libre…
Ya no es la obscenidad de lo oculto, reprimido, oscuro, sino de lo visible, de lo demasiado visible, de lo más visible que lo visible, la odscenidad de lo que ya no tiene secreto, de lo que es enteramente soluble en la información y la comunicación.
lunes, diciembre 21, 2009
miércoles, diciembre 16, 2009
sábado, diciembre 12, 2009
Temporis
Sentados, en el banco de una plaza, te digo que así funciona esto, y nada más; conciencia Zen. Imagina que, de pronto, despiertas. Es decir que tienes la misma sensación que al despertar, pero justo antes de darte cuenta, un silencio corporal, pero no es un silencio, precisamente, y tampoco es sólo eso. Es el espacio de tiempo de una calma furiosa, de un temple enorme que se pasea por delante y que somos incapaces de asir; él, en cambio, nos atrapa, sin conciencia ni significado. Es una huella que identificamos con el sentido, es el mar cuando te paras sobre el extremo del muelle y cierras los ojos y el viento baila en tus entrañas, tus cabellos se mecen en armónica desfiguración.
Va y viene en una cadencia irresuelta. No hay, sino, una disolución, te digo, que nos desarma para oir desde nuestra fragmentación.
El gorjeo de las pequeñas aves nos trae, distrae y atrae hacia el despejado cielo azul. Al levantarnos me pregunto por los instantes infinitos de la escritura inscrita en nuestros cuerpos.
sábado, diciembre 05, 2009
Choose
martes, diciembre 01, 2009
La lujuria del rey
- Enroque - dijo, sin despegar la vista del tablero. Yo balanceaba el vaso de vodka, imaginando, o soñando quizás, las infinitas combinaciones posibles. La torre se irguió junto a su rey, el marfil de su silencio conjuró todo el espacio, sesenta y cuatro casillas en blanco y negro, el ying y el yang de un vértigo pretérito. Me acerqué sin estrategia, con la furia hipócrita de los soldados a caballo. El rey persistió en su nobleza junto a la torre, pero de noche ocultaba en ella sus secretos, la tierra que cubría su cuerpo junto a sus más tiernas devotas y peones de infantería.
- ¿Mueves? - me preguntó, de pronto.
Yo, en un trance absurdo, le dije: Do not go gentle into that good night / Rage, rage against the dying of the light.
(in memorian Dylan Thomas, gran maldito)