Tengo la impresión de que mi escritura a des-tiempo quedó profundamente marcada por el jazz. Escucho jazz desde que descubrí el movimiento, por decirlo de algún modo. O desde otro punto de vista: percibo la música en forma tridimensional, como figuras que me andan por el cuerpo (o fuera de él, proyectándose en el universo). ¿Y qué tiene esto que ver con el año viejo y el año nuevo? Pues que hace unos días viajaba en bus de vuelta a Santiago desde Valparaíso, pensaba en la memoria, los recuerdos, la capacidad de recordar y de pronto sentí como si estuviese en una fotografía estática que ha sido rescatada desde algún baúl del futuro, sensación abismante del tiempo. Coleccionamos memorias todo el tiempo, modificando su estructura por acomodación. El sentir del jazz me invita a imaginar la densidad del tiempo como un cuerpo que podemos atravesar líquidamente, que podemos dar un salto al escurrirnos entre los silencios (la materia oscura de nuestras vidas).
Quizás exagero o quizás es pura semántica y todo sentimos - sin palabras - lo mismo.
El recién pasado año 2009 conseguí sellar una broncínea promesa musical para comenzar a ejecutar y no sólo oir. Huir-oir del logos, he dicho antes, sin que se me entienda demasiado. Es decir que quisiera comenzar a producir (no en el sentido económico) y hacerme cuerpo de mi creación, para eso debo y he debido exponerme y aquí hay algo interesante, pues por años he intentado mantener un bajo perfil (a pesar de todo), pero aquí estoy de-scribiendo. Claro que sigo con la críptica y no podría ser de otro modo porque tu lectura (sí, la tuya) debe ser única y siempre directa al corazón de tus expectativas, quebrándolas, abordándolas, entumeciendo la piel. Me distraigo. Me expuse a la brevedad y transparencia de twitter, a ser leído en tumblr y a decir con más verdad en qué creo y por qué lo creo. Puse de mí al sinceramente con la gente que quiero, a no ser comprendido y a dejar que mis palabras se introduzcan hasta donde ustedes lo permitan.
El año viejo aprendí varias cosas. Algunas de ellas, debo decir, podrán parecer evidentes pero debo aclarar que el verdadero aprendizaje llega con la experiencia y sin ella uno puede decir mucho pero sentir muy poquito. Aprendí a escuchar más, yo escucho, es cierto, pero a veces no me detengo a darle voz a los mudos; descubrí que soy capaz de hacer muchas cosas y tener éxito en ellas, hacerlas bien y no rendirme, pero también aprendí la importancia de tomarse un descanso a veces y de no llevarse todo el peso de las circunstancias. Es cierto que siempre he sido un poco hiperkinético pero el año pasado, en particular, sentí en varias ocasiones que no me la podía, que me había cansado, dejé que me consumiera el compromiso y el hambre (de aprendizaje, actividades, herramientas) y no me permití espacios para la distensión; tarde entendí que debía cambiar algunas cosas, tarde porque mi cuerpo me lo reveló con más fuerza que mi conciencia, tarde porque dejé de comunicarme correctamente con el cuerpo, dejé de hacer ejercicio, dejé de moverme en la fluidez y las cosas se hicieron rígidas. Pero aprendí a controlar aquel hambre, que es ansiedad y prisa hasta el punto de la indiferencia, a partir de ahí comencé a moverme hacia el equilibrio. Aprendí a recordar el que soy (o el que creo que soy). Descubrí el terreno político inexplorado en mí, no me refiero a la política filosófica, sino a la praxis, a la actitud política y la importancia de esta fuerza o habilidad para llevar a cabo proyectos y mover ideas.
Quizás exagero o quizás es pura semántica y todo sentimos - sin palabras - lo mismo.
El recién pasado año 2009 conseguí sellar una broncínea promesa musical para comenzar a ejecutar y no sólo oir. Huir-oir del logos, he dicho antes, sin que se me entienda demasiado. Es decir que quisiera comenzar a producir (no en el sentido económico) y hacerme cuerpo de mi creación, para eso debo y he debido exponerme y aquí hay algo interesante, pues por años he intentado mantener un bajo perfil (a pesar de todo), pero aquí estoy de-scribiendo. Claro que sigo con la críptica y no podría ser de otro modo porque tu lectura (sí, la tuya) debe ser única y siempre directa al corazón de tus expectativas, quebrándolas, abordándolas, entumeciendo la piel. Me distraigo. Me expuse a la brevedad y transparencia de twitter, a ser leído en tumblr y a decir con más verdad en qué creo y por qué lo creo. Puse de mí al sinceramente con la gente que quiero, a no ser comprendido y a dejar que mis palabras se introduzcan hasta donde ustedes lo permitan.
El año viejo aprendí varias cosas. Algunas de ellas, debo decir, podrán parecer evidentes pero debo aclarar que el verdadero aprendizaje llega con la experiencia y sin ella uno puede decir mucho pero sentir muy poquito. Aprendí a escuchar más, yo escucho, es cierto, pero a veces no me detengo a darle voz a los mudos; descubrí que soy capaz de hacer muchas cosas y tener éxito en ellas, hacerlas bien y no rendirme, pero también aprendí la importancia de tomarse un descanso a veces y de no llevarse todo el peso de las circunstancias. Es cierto que siempre he sido un poco hiperkinético pero el año pasado, en particular, sentí en varias ocasiones que no me la podía, que me había cansado, dejé que me consumiera el compromiso y el hambre (de aprendizaje, actividades, herramientas) y no me permití espacios para la distensión; tarde entendí que debía cambiar algunas cosas, tarde porque mi cuerpo me lo reveló con más fuerza que mi conciencia, tarde porque dejé de comunicarme correctamente con el cuerpo, dejé de hacer ejercicio, dejé de moverme en la fluidez y las cosas se hicieron rígidas. Pero aprendí a controlar aquel hambre, que es ansiedad y prisa hasta el punto de la indiferencia, a partir de ahí comencé a moverme hacia el equilibrio. Aprendí a recordar el que soy (o el que creo que soy). Descubrí el terreno político inexplorado en mí, no me refiero a la política filosófica, sino a la praxis, a la actitud política y la importancia de esta fuerza o habilidad para llevar a cabo proyectos y mover ideas.
(Esto sigue borrador constante)