viernes, enero 29, 2010

Reflexión

Tiempo de reflexión, para pensar y dejarse pensar. Flexionar el pulso, detener el paso y sentarse a orillas del lago.

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Acabo de hacer un recorrido veloz por el registro de este sitio. Creo que es lo más cercano a un diario de vida que he llegado a escribir alguna vez. Sin duda, habrá entradas incomprensible y crípticas, pero también las hay de un lenguaje llano y proporcionado.

A veces escribo - nocturno - para luego borrar los párrafos. Pero esta noche preferí ver qué ocurría si dejaba todo tal cual iba saliendo de mis dedos. Porque la escritura proviene de los dedos, proviene de todo el cuerpo sensible, y se provee de cuanta motricidad encuentre a su paso. Por eso andar por las calles y escribir con los pasos se convirtió en una actividad fundamental. Entonces ya no es sólo mi sensibilidad, sino también la de la ciudad, convertida en cuerpo, en nave de sacrificio, templo sagrado, custodio de todas las palabras que no se han dicho, de todos los pasos que no se han dado y todas las posibilidades. Aquí y allá hemos tomado rumbos diferentes, pero no lo supimos a tiempo; y luego todo el tiempo se desarma en tu mirada, anulando la ciudad, los sacrificios y el silencio.

miércoles, enero 13, 2010

Avatar y el cine

La primera película que vi este año fue Avatar, no fui al estreno, la vi en el CineHoyts de Estación Central y en 3D.

En principio, esta entrada podría tratarse de Avatar (la última película de James Cameron) y de algunas de las lecturas que hice de ella, pero tengo la impresión de que al mencionar la película estoy haciendo trampa, usándola como señuelo para hablar de mi afición por el cine y el pop corn. Porque si Nuovo cinema Paradiso funde a fuego emocional la experiencia de hablarle al espectador, Avatar lo hace en el lenguaje de las masas y de la técnica (misma que casi arrasa a los Na'vi). No digo que sean las únicas películas que interpelen al espectador como referencia constante, ni las más audaces ni mejor logradas del cine, pero sí puede decirse que ambas han sido capaces de hacer contacto con nuestra más íntima sensibilidad a través de historias sencillas y profundamente humanas. El argumento de Avatar podría resumirse en un par de líneas, y aunque el de Nuevo Cinema Paradiso es más sofisticado, no es más complejo que la nostalgia (inducida a través de una encantadora narración).

Menciono estas dos películas porque me permiten hablar del amor por el cine; o, mejor dicho, el amor por los dos cines, porque hay dos y debemos convenir en eso si queremos entendermos. El primer cine es el de Avatar, el de la taquilla, el vaso grande de bebida y el pop corn, el de los lentes 3D, trailers y "coming soon", es el cine de la sociedad de consumo, la tecnología y el capital, es -a veces- el cine de Hollywood y de las grandes estrellas, es una industria que mueve millones de dólares y nuestra cultura popular está impregnada por todas partes de su discurso, es el "pan y circo" contemporáneo. El segundo cine es el de Méliès y el de "Nuovo Cinema Paradiso", es el cine arte de pulcros diálogos literarios, el cine de la Nouvelle vague y la experimentación artística, es el riesgo (o el suicidio cinematográfico) y la intertextualidad, es el enfrentamiento al discurso hegemónico y la crítica (y quizás la clínica a través de la que se intenta salvar a la humanidad).

Ok, en realidad hice la separación sólo para provocarte un poco. La división, sin embargo, no es invención mía y data desde los comienzos del cine (a fines del siglo XIX). Actualmente, no podría ubicar con exactitud, en este esquema, a muchas de las grandes películas de los últimos años. Pero si nos quedamos con él (al menos hasta dejar esta entrada), es sorprendente la calidad y cantidad de buenas lecturas que pueden hacerse de una película como Avatar. Paréntesis. (Quizás deba aclarar, para quienes no están acostumbrados, que una lectura no es una interpretación, no es un "lo que quiso decir..." o un "se trata de...", sino más bien una interacción película-espectador única que trae consigo una serie de marcas (textuales) que dan sentido y coherencia a la representación que el espectador se hace continuamente (es decir, la metahistoria que se va narrando a sí mismo), persistiendo aún después de acabada la proyección; aquí prefiero no continuar expandiendo el tema, pero es bueno mencionar que hacer esto no es más o menos válido que cualquier otra propuesta de sentido).

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Tras quince minutos luego de entrar en la sala de cine, una voz nos indica que ya es hora de usar los anteojos para ver el plano de la pantalla en tres dimensiones. Se apodera de nosotros el entusiasmo de la novedad y el efecto especial. Nos sumergimos en un mundo alternativo, junto a decenas de personas, pero sin ellas, sin prestarles demasiada atención. Nos hemos internado en la nave espacial del recinto privado del cine, adentro todo es oscuridad y algunas luces tenues. Comienza la película en aquel espacio exterior, a quizás cuantos años luz de distancia. Entonces nos vemos enfrentados al protagonista, Jake Sully, en un primerísimo primer plano, hablando para sí mismo, como si estuviésemos al interior de su mente, ¿somos una extensión de sus pensamientos? Su condición de lisiado nos arroja otra posibilidad: somos nosotros (o quizás sólo yo, solo entre la multitud invisible) los incapaces de levantarnos, de mover nuestras piernas para salir de la realidad virtual, anestesiados o dormidos en el sueño. Jake se inquieta porque confunde el sueño con la realidad, nuestra fantasía, percibida apenas gracias a una ilusión debida a la persistencia retiniana. Nuestra ilusión es el sueño de otra humanidad posible, pero al salir de la sala nuestra congoja será similar a la del marine que después de cada viaje comprueba el estado de su verdadero yo. Nuestro sueño es la u-topía a la que no tenemos acceso, es la imposibilidad de reconstruir la historia de la barbarie y la conquista de América. No se puede rehacer la historia, pero se puede resignificar, Hitler puede morir al interior de un cine en llamas, las llamas son de un fuego que ha abatido ciudades, pero que también es capaz de desarmar todos los discursos que creíamos construidos acerca de quienes somos y en donde estamos realmente. Y si estamos aquí, ¿dónde es ese aquí en el que coincidimos casi por azar?

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Sospecho algo interesante en la estética del cine. Mientras mantenga viva la sospecha y la duda, seguiré yendo al Normandie al pasar y al Cine Hoyts con un gran paquete de Pop Corn (salado, como me gusta).


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Por cierto, los invito a leer en el blog de tercera cultura: Avatar, un Gendankenexperiment Inconcluso

viernes, enero 01, 2010

Año nuevo

Tengo la impresión de que mi escritura a des-tiempo quedó profundamente marcada por el jazz. Escucho jazz desde que descubrí el movimiento, por decirlo de algún modo. O desde otro punto de vista: percibo la música en forma tridimensional, como figuras que me andan por el cuerpo (o fuera de él, proyectándose en el universo). ¿Y qué tiene esto que ver con el año viejo y el año nuevo? Pues que hace unos días viajaba en bus de vuelta a Santiago desde Valparaíso, pensaba en la memoria, los recuerdos, la capacidad de recordar y de pronto sentí como si estuviese en una fotografía estática que ha sido rescatada desde algún baúl del futuro, sensación abismante del tiempo. Coleccionamos memorias todo el tiempo, modificando su estructura por acomodación. El sentir del jazz me invita a imaginar la densidad del tiempo como un cuerpo que podemos atravesar líquidamente, que podemos dar un salto al escurrirnos entre los silencios (la materia oscura de nuestras vidas).

Quizás exagero o quizás es pura semántica y todo sentimos - sin palabras - lo mismo.

El recién pasado año 2009 conseguí sellar una broncínea promesa musical para comenzar a ejecutar y no sólo oir. Huir-oir del logos, he dicho antes, sin que se me entienda demasiado. Es decir que quisiera comenzar a producir (no en el sentido económico) y hacerme cuerpo de mi creación, para eso debo y he debido exponerme y aquí hay algo interesante, pues por años he intentado mantener un bajo perfil (a pesar de todo), pero aquí estoy de-scribiendo. Claro que sigo con la críptica y no podría ser de otro modo porque tu lectura (sí, la tuya) debe ser única y siempre directa al corazón de tus expectativas, quebrándolas, abordándolas, entumeciendo la piel. Me distraigo. Me expuse a la brevedad y transparencia de twitter, a ser leído en tumblr y a decir con más verdad en qué creo y por qué lo creo. Puse de mí al sinceramente con la gente que quiero, a no ser comprendido y a dejar que mis palabras se introduzcan hasta donde ustedes lo permitan.

El año viejo aprendí varias cosas. Algunas de ellas, debo decir, podrán parecer evidentes pero debo aclarar que el verdadero aprendizaje llega con la experiencia y sin ella uno puede decir mucho pero sentir muy poquito. Aprendí a escuchar más, yo escucho, es cierto, pero a veces no me detengo a darle voz a los mudos; descubrí que soy capaz de hacer muchas cosas y tener éxito en ellas, hacerlas bien y no rendirme, pero también aprendí la importancia de tomarse un descanso a veces y de no llevarse todo el peso de las circunstancias. Es cierto que siempre he sido un poco hiperkinético pero el año pasado, en particular, sentí en varias ocasiones que no me la podía, que me había cansado, dejé que me consumiera el compromiso y el hambre (de aprendizaje, actividades, herramientas) y no me permití espacios para la distensión; tarde entendí que debía cambiar algunas cosas, tarde porque mi cuerpo me lo reveló con más fuerza que mi conciencia, tarde porque dejé de comunicarme correctamente con el cuerpo, dejé de hacer ejercicio, dejé de moverme en la fluidez y las cosas se hicieron rígidas. Pero aprendí a controlar aquel hambre, que es ansiedad y prisa hasta el punto de la indiferencia, a partir de ahí comencé a moverme hacia el equilibrio. Aprendí a recordar el que soy (o el que creo que soy). Descubrí el terreno político inexplorado en mí, no me refiero a la política filosófica, sino a la praxis, a la actitud política y la importancia de esta fuerza o habilidad para llevar a cabo proyectos y mover ideas.

(Esto sigue borrador constante)