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lunes, diciembre 20, 2010

Metáfora

La mayoría de las veces dejo mis reflexiones en la intimidad de mi escritura privada, el diario de vida que no consigue escribirse a diario, que prescinde del lápiz y el papel, trasladándose espacialmente hacia las regiones del movimiento. Ciertamente, la animación de la palabra pensada adquiere cualidades experenciales para el otro, es decir para tí, lector. Con mayor o menor atención, emerge la comunicación y una estructura distinta, siempre metafórica.

Considerando nuestro natural pensar metafórico, se debe advertir el peligro de reemplazar lo conocido por lo desconocido en la apuesta por creer que se conoce lo que tiene límites , más bien, ambiguos. Por ejemplo, al utilizar la metáfora del árbol de las ciencias, pierdo de vista la posibilidad de que éstas existan con independencia. Evidentemente, ha simplificado el pensamiento y la manera de hacer las cosas, convirtiendo lo abstracto en una cosa concreta; semejante transformación, desde el punto de vista macro, es la ideología. La Verdad (y no las verdades menores construidas artificialmente (la matemática, el derecho, la RAE)), siempre inaccesible, puede ser ignorada. Pero el mundo, con sus metáforas coyunturales, tiene una dinámica observable absolutamente, que se hace carne y se convierte en políticas oficiales, producción cultural, mercado.

Cada vía metafórica guarda en su seno una posibilidad de mundo. Y cada vía es, a la vez, todas las vías concretas para llegar a ella.

lunes, mayo 03, 2010

Memoria extendida

Comencé a leer “Supersizing the mind” (Andy Clark) y nunca había cobrado tanto sentido esta reflexión inicial:

Consider this famous exchange between the Nobel Prize–winning physicist Richard Feynman and the historian Charles Weiner. Weiner, encountering with a historian’s glee a batch of Feynman’s original notes and sketches, remarked that the materials represented “a record of [Feynman’s] day-to-day work.” But instead of simply acknowledging this historic value, Feynman reacted with unexpected sharpness:

“I actually did the work on the paper,” he said.

“Well,” Weiner said, “the work was done in your head, but the record of it is still here.”

“No, it’s not a record, not really. It’s working. You have to work on paper and this is the paper. Okay?” (from Gleick 1993, 409)


miércoles, enero 13, 2010

Avatar y el cine

La primera película que vi este año fue Avatar, no fui al estreno, la vi en el CineHoyts de Estación Central y en 3D.

En principio, esta entrada podría tratarse de Avatar (la última película de James Cameron) y de algunas de las lecturas que hice de ella, pero tengo la impresión de que al mencionar la película estoy haciendo trampa, usándola como señuelo para hablar de mi afición por el cine y el pop corn. Porque si Nuovo cinema Paradiso funde a fuego emocional la experiencia de hablarle al espectador, Avatar lo hace en el lenguaje de las masas y de la técnica (misma que casi arrasa a los Na'vi). No digo que sean las únicas películas que interpelen al espectador como referencia constante, ni las más audaces ni mejor logradas del cine, pero sí puede decirse que ambas han sido capaces de hacer contacto con nuestra más íntima sensibilidad a través de historias sencillas y profundamente humanas. El argumento de Avatar podría resumirse en un par de líneas, y aunque el de Nuevo Cinema Paradiso es más sofisticado, no es más complejo que la nostalgia (inducida a través de una encantadora narración).

Menciono estas dos películas porque me permiten hablar del amor por el cine; o, mejor dicho, el amor por los dos cines, porque hay dos y debemos convenir en eso si queremos entendermos. El primer cine es el de Avatar, el de la taquilla, el vaso grande de bebida y el pop corn, el de los lentes 3D, trailers y "coming soon", es el cine de la sociedad de consumo, la tecnología y el capital, es -a veces- el cine de Hollywood y de las grandes estrellas, es una industria que mueve millones de dólares y nuestra cultura popular está impregnada por todas partes de su discurso, es el "pan y circo" contemporáneo. El segundo cine es el de Méliès y el de "Nuovo Cinema Paradiso", es el cine arte de pulcros diálogos literarios, el cine de la Nouvelle vague y la experimentación artística, es el riesgo (o el suicidio cinematográfico) y la intertextualidad, es el enfrentamiento al discurso hegemónico y la crítica (y quizás la clínica a través de la que se intenta salvar a la humanidad).

Ok, en realidad hice la separación sólo para provocarte un poco. La división, sin embargo, no es invención mía y data desde los comienzos del cine (a fines del siglo XIX). Actualmente, no podría ubicar con exactitud, en este esquema, a muchas de las grandes películas de los últimos años. Pero si nos quedamos con él (al menos hasta dejar esta entrada), es sorprendente la calidad y cantidad de buenas lecturas que pueden hacerse de una película como Avatar. Paréntesis. (Quizás deba aclarar, para quienes no están acostumbrados, que una lectura no es una interpretación, no es un "lo que quiso decir..." o un "se trata de...", sino más bien una interacción película-espectador única que trae consigo una serie de marcas (textuales) que dan sentido y coherencia a la representación que el espectador se hace continuamente (es decir, la metahistoria que se va narrando a sí mismo), persistiendo aún después de acabada la proyección; aquí prefiero no continuar expandiendo el tema, pero es bueno mencionar que hacer esto no es más o menos válido que cualquier otra propuesta de sentido).

***



Tras quince minutos luego de entrar en la sala de cine, una voz nos indica que ya es hora de usar los anteojos para ver el plano de la pantalla en tres dimensiones. Se apodera de nosotros el entusiasmo de la novedad y el efecto especial. Nos sumergimos en un mundo alternativo, junto a decenas de personas, pero sin ellas, sin prestarles demasiada atención. Nos hemos internado en la nave espacial del recinto privado del cine, adentro todo es oscuridad y algunas luces tenues. Comienza la película en aquel espacio exterior, a quizás cuantos años luz de distancia. Entonces nos vemos enfrentados al protagonista, Jake Sully, en un primerísimo primer plano, hablando para sí mismo, como si estuviésemos al interior de su mente, ¿somos una extensión de sus pensamientos? Su condición de lisiado nos arroja otra posibilidad: somos nosotros (o quizás sólo yo, solo entre la multitud invisible) los incapaces de levantarnos, de mover nuestras piernas para salir de la realidad virtual, anestesiados o dormidos en el sueño. Jake se inquieta porque confunde el sueño con la realidad, nuestra fantasía, percibida apenas gracias a una ilusión debida a la persistencia retiniana. Nuestra ilusión es el sueño de otra humanidad posible, pero al salir de la sala nuestra congoja será similar a la del marine que después de cada viaje comprueba el estado de su verdadero yo. Nuestro sueño es la u-topía a la que no tenemos acceso, es la imposibilidad de reconstruir la historia de la barbarie y la conquista de América. No se puede rehacer la historia, pero se puede resignificar, Hitler puede morir al interior de un cine en llamas, las llamas son de un fuego que ha abatido ciudades, pero que también es capaz de desarmar todos los discursos que creíamos construidos acerca de quienes somos y en donde estamos realmente. Y si estamos aquí, ¿dónde es ese aquí en el que coincidimos casi por azar?

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Sospecho algo interesante en la estética del cine. Mientras mantenga viva la sospecha y la duda, seguiré yendo al Normandie al pasar y al Cine Hoyts con un gran paquete de Pop Corn (salado, como me gusta).


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Por cierto, los invito a leer en el blog de tercera cultura: Avatar, un Gendankenexperiment Inconcluso

sábado, diciembre 26, 2009

El otro desde mi lectura

No quisiera extenderme en el análisis de los fragmentos que a continuación presento, ellos son parte del libro El otro por sí mismo, de Jean Baudrillard y son, actualmente, un eje interesante de re-flexión, considerando cómo hacemos uso de la tecnología y nos involucramos en las redes sociales.

El cuerpo como escena, el paisaje como escena, el tiempo como escena desaparecen progresivamente. Lo mismo ocurre con el espacio público: el teatro de lo social, el teatro de lo político se reducen cada vez más a un gran cuerpo blando y a unas cabezas múltiples. La publicidad, en su nueva versión, ya no es el escenario barroco, utópico y extático de una visibilidad omnipresente de las empresas, las marcas, los interlocutores sociales, las virtudes sociales de la comunicación. La publicidad lo invade todo a medida que desaparece el espacio público (la calle, el monumento, el mercado, la escena, el lenguaje) (…) Esta es nuestra única arquitectura actual: grandes pantallas de donde se refractan los átomos, las partículas, las moléculas en movimiento. No es una escena pública, un espacio público, sino gigantescos espacios de circulación, de ventilación, de conexión efímera.


Ya no estamos en el drama de la alienación, sino en el éxtasis de la comunicación. Y este éxtasis sí es obsceno. Obsceno es lo que acaba con toda mirada, con toda imagen, con toda representación. No es sólo lo sexual lo que se vuelve obsceno: actualmente existe toda una pornografía de la información y la comunicación, una pornografía de los circuitos y las redes, de las funciones y los objetos en su legibilidad, fluidez, disponibilidad y regulación, en su significación forzada y en sus resultados, sus conexiones, su polivalencia, su expresión libre…

Ya no es la obscenidad de lo oculto, reprimido, oscuro, sino de lo visible, de lo demasiado visible, de lo más visible que lo visible, la odscenidad de lo que ya no tiene secreto, de lo que es enteramente soluble en la información y la comunicación.


sábado, septiembre 05, 2009

Foro de educación


Quedan todos invitados al próximo foro de discusión "Educación de mercado: calidad, competencia y modelo" que se realizará el miércoles 9 de septiembre, a las 12 horas, en la facultad de ciencias físicas y matemáticas de la Universidad de Chile.

miércoles, junio 03, 2009

La riqueza de las naciones y la pobreza del hombre

El título de esta entrada es más pomposo de lo que en realidad quisiera, pero ya está. A continuación presento un extracto de la popular obra de Adam Smith conocida como "La riqueza de las naciones", se trata del capítulo V: Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo y de su precio en moneda. Mi intención es hacer una posterior reflexión, pero ojalá hicieran su tanto antes de leer la mía.

Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es sólo una parte muy pequeña de las mismas la que se puede procurar con el esfuerzo personal. La mayor parte de ellas se conseguirán mediante el trabajo de otras personas, y será rico o pobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir. En consecuencia, el valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y que no piense usarlo o consumirlo, sino cambiarlo por otros, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir o de que pueda dispo­ner por mediación suya. El trabajo, por consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes.

El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo libraran, y que podrá imponer a otros individuos.



Ahora bien, Adam Smith afirma, en este capítulo, que establecida la división del trabajo, sólo una pequeña parte de la riqueza puede obtenerse con el trabajo personal y que la mayor parte habrá de conseguirse con el de otros. Es decir, en el valor de cambio de un bien, se encuentra contenido – en forma sintética – el trabajo (propio o ajeno) de uno o varios hombres. El trabajo, entonces, como medida del valor de cambio, representa un esfuerzo por adquirir un determinado bien (“las penas y fatigas que su adquisición supone”) que algunos realizarán y del que otros se librarán en las transacciones del mercado.

Esto quiere decir, interpretando el orden divino de la distribución en Smith, que existe una disposición natural a la apropiación del trabajo de otros, que se legitima en la sociedad organizada. Pero en las actuales sociedades se trata, más bien, de legi-timar(1) y hacer del engaño una regla, cuya persistencia en nuestra sociedad ha dado nuevos nombres a la esclavitud (subcontratación, oportunidad de empleo, competencia), transformándose en un saqueo sistemático del trabajo del hombre, que con razón debiera pertenecerle íntegramente a sí mismo, en su individualidad. Nuestra primera responsabilidad como seres humanos es reconocer la violencia solapada que padecen (y padecemos) millones de personas en todo el mundo al ver su (nuestro) trabajo en manos de una sustantiva minoría, diluyéndose así uno de los más grandes dispensadores de sentido de la existencia humana en aquellos que el mercado proconfigura para todos nosotros.


(1) Timar.
1. tr. Quitar o hurtar con engaño.
2. tr. Engañar a alguien con promesas o esperanzas.
(Diccionario de la RAE)

martes, abril 28, 2009

La profunda humanidad de Gandhi


Ya lo dijo Gandhi:

"Creo que la constitución económica de la India y, en verdad, de todo el mundo, debería ser tal que nadie sufriera por falta de alimentos y ropa. En otras palabras, todos deben estar en condiciones de conseguir el trabajo suficiente para cubrir sus necesidades. Y este ideal sólo se puede materializar en escala universal si los medios de producción de los artículos de primera necesidad permanecen bajo el control de las masas. Estos artículos deberían hallarse al alcance gratuito de todos, tal como se hallan o deben hallarse el aire y el agua de Dios, y no se deben convertir en objetos de tráfico para la explotación de terceros. Es injusto que estén monopolizados por cualquier país, nación o grupo de personas. El olvido de este sencillo principio constituye la causa de la miseria que presenciamos actualmente, no sólo en este infortunado país sino también en otras regiones del globo."


Citado por Nirmal Kumar Bose, en el texto "Gandhi: humanista y socialista"


Gandhi

viernes, abril 10, 2009

Economía de la felicidad

La pasión que tengo por la economía y el análisis de las estructuras sociales siempre se ha visto influenciada por mi subjetiva percepción de la felicidad (individual y social) y mi profunda convicción de que somos responsables de ella. Creo que la felicidad se funda en el amor a uno mismo y a los demás, y que las sociedades deben amarse para alcanzarla.

Se dice que la economía estudia la mejor forma de usar los recursos escasos, y los gobiernos, en tanto, se preocupan (o al menos eso dicen) del bienestar de sus pueblos. Luego, al hablar de bienestar en economía política, hablamos de la felicidad de las personas de una nación y, por lo tanto, de un trabajo de servicio y amor a la sociedad. Visto así, el móvil de las políticas no debería alejarse mucho de esta síntesis básica. ¿Por qué se aleja, entonces? En cierta ocasión, tuve la oportunidad de hacer llegar una pregunta al ministro de hacienda Andrés Velasco: ¿De qué manera la expansión económica del país está contribuyendo a la felicidad de los ciudadanos? Su respuesta fue la siguiente:


Las mejores condiciones de vida contribuyen al bienestar. Si tenemos más recursos podemos asegurar a todos lo básico: alimentos, un lugar digno donde vivir, educación, participación en la sociedad. Pero creo que la felicidad es de otro orden y se cultiva independientemente de la situación económica, porque se relaciona mucho más con lo que vinimos a hacer y hacia dónde dirigimos nuestra vida. En lo personal, creo que felicidad tiene que ver con hacer algo por otros y, entre otras razones, por eso es que estoy en el servicio público (1)



Es posible que la respuesta que me otorgue una gran satisfacción personal con relación a mis expectativas, pero no resuelve del todo mi inquietud, o no al menos en los términos que expongo. Me gustaría hacer ver cómo es que, efectivamente, los gobiernos deben hacerse responsables de nuestra felicidad y que ella no depende sólo de un crecimiento sostenido de la economía, depende de un proyecto social comprometido.


(1) (Fuente: Atinachile.cl, http://www.atinachile.cl/node/14864)

(FELICIDAD)

martes, marzo 24, 2009

jueves, febrero 05, 2009

Grabación número 23

Me lleva del paso inspirador, como diría Estaban. Stephan y Stephen no son más que otras máscaras, personas que, en definitiva, atribuyen el ser de sí mismos a otros ismos, quizá imaginarios, como las relaciones con sus reales condiciones de existencia, ideologías (Althusser). Hablo de ideologías literarias, por supuesto, no podría ser de otra forma. Máscaras que nunca podrían participar de la Idea de Esteban, ni de su decir, ni de lo que pretendería decir si llegase a decirlo.

Todo esto lo digo con una rara convicción de querer colocar personajes en el lugar y momento adecuados para acometer las acciones más ridículas y menos decorosas que... en fin, casi no tiene sentido mencionar esto sin antes comentar que grabo mis voces como si fueran otras voces y pretendo oirlas como si no las oyera, las grabo una y otra vez hasta que reconozco en ellas la continuidad, quizá pretendida de antemano, de una historia y unos personajes que poco a poco van armando su propio mundo, muy parecido al mío, tengo entendido. (Risas). La ficción no surge sino de una fricción, o para decirlo con Vargas Llosa, la ficción de la novela surge de "fricciones y desencuentros entre la historia singular de un individuo y la historia del mundo en que vive". Entonces, me repito el nombre de un personaje, digamos Beatriz, y se convierte para siempre en Beatriz, y no digamos nada de Dante porque es un poco pomposo tratar de querer asir de modo tan inapropiado el imaginario de otro con el mío, es decir, con mi ideología literaria. Beatriz, decíamos, vive atrapada - y supongo que no tengo otra forma para describirlo - entre dos mundos, ambos planos ficcionales: la infancia y la adultez; y un día decide irse lejos, y es importante que lo decida porque sin decisiones no habría historia; usted dirá que sí, que es lógico, si el escritor así lo decide, no puede darse una situación diferente, pero olvida algo de vital importancia: Beatriz aún no se escribe, o para ser más precisos, su historia aún no se escribe, y no existen una independiente de la otra.

Quisiera decir también, y vaya que lo hago, que no reclamo autoridad sobre el texto, ni sobre mi voz particular, haciendo eco de otros nombres que trazan su andar fanstasmagórico en la memoria de los árboles.

viernes, enero 23, 2009

De(s)velar

- Piénsalo, es imposible publicar de una misma persona tal volumen de información, que sea, a su vez, totalmente coherente (en términos de lo anterior), y goce de buena recepción. Como dijiste antes, escribir es un oficio lento, subterráneo y silencioso.

- Pero con la crítica debe ocurrir algo, no puede detenerse en el crepúsculo de las consecuencias.

- ¿Qué quieres decir?

- El análisis crítico tiene por finalidad evidenciar la crisis, aislar la sustancia medular que la conforma y operar desde la problematización asociada.

- A veces siento que no dices nada y que recojes con seda palabras caídas a tierra, sin embargo, entiendo y te encuentro la razón.

- ¿Gracias?

- Nada que agradecer.

- Quizás tienes razón con eso de la tierra, somos materia, después de todo.

- Pensé que eras idealista.

- No, soy emergentista.

- Mejor volvamos al comienzo. No publicas porque prefieres dedicar tiempo a revisar una y otra vez, a refinar el análisis.

- No sólo lo prefiero, me gusta así.

- Bien, entonces, ya que te gusta así, las ideas se estrechan en complejidades cada vez mayores, éstas requieren nuevos y mejores conceptos y, finalmente, adquieres una articulación que te parece medianamente satisfactoria, atractiva, ¿no es así?

- Exactamente.

- Y ese es problema: consigues una estética, pero de paso, también, ¡una estática!



Escrito en la hora nocturna del revelar ajeno, que me en-frenta desde la ventana del logos

miércoles, agosto 01, 2007

La pregunta por el pensar

No sé por qué curioso hábito he dedicado tanto tiempo a la contemplación, la suspensión del sentido por la simple imposibilidad de delimitar el cosmos al lenguajear, a abarcar mediante un orden ambigüo conocido como lenguaje algo que, al parecer, es más preciso y a la vez indescripible matemáticamente debido a su incompletitud.

Esa contemplación, ese hábito sin fundamento que es un pensar desde, me hace intuir que nos perdemos en el follaje del lenguaje a la verdad de un bosque mayor y más sencillo que aquel que representamos como una verdad.

Más allá del fundamento, entonces, debe existir un estadio de aproximación a la verdadera incorporación del sentido a nuestro espacio representacional, es decir una "nueva" forma descriptiva que independa del lenguaje, lo que en síntesis sería carecer de lo que nos hace humanos si aceptamos que la relación es biunívoca. Cuando digo una nueva forma descriptiva no me refiero a una abstracción árida llena de conceptos, sino a un más allá de lo abstracto, indudablemente fuera del lenguaje y, por cierto, de una posible lengua natural universal.

Es necesario un nuevo paradigma filosófico que incluya la desinstrumentalización del lenguaje: debemos confiar en el amor del ser y comenzar a desconfiar del lenguaje.