miércoles, diciembre 21, 2005

Despertar

[Soñé con la universidad (¿pero cómo llamarla "la universidad", ahora?), esta era custodiada por cámaras de vigilancia, dentro había un casino de juegos y una enorme sala de cine. Ella vestía de falda elegante, yo no podía dejar de mirarla.]


Entonces, despertar del sueño y recordar que hoy tengo prueba de química, entre sábanas descubrir el tiempo, quien ya marchose de mi orden habitual: las diez y cuarenta y cinco, la prueba en 35 minutos más. La tiempo que demora el trayecto hasta la U (¿pero cómo llamarla "la universidad", ahora?): más de una hora.



Solución 1: No voy, me quedo durmiendo un rato más; después pediré una oportunidad. Me acuesto a dormir.

Solución 2: Cinco segundos más tarde me levanto, y sin demora ni asco, me visto con un pantalón-deportivo, me rocío litros de desodorante, me lavo los dientes y salgo.

Cerca del paradero, compro dos mini kuky, un picnic y un kapo. Espero 5 minutos y tomo micro-bus-oruga-transantiago-número232. A los diez minutos se me ocurre la brillante idea de llamar y preguntar en que sala es la prueba; mientras suena el conocido tono en LA, abro un tanto los ojos, aún pegados en parte. "La prueba es a las tres". El kapo adherido a mis dientes, sorbiendo el aire interior, haciendo bajar la presión dentro del envase (y aplastándalo el peso de la atmósfera); mi cara de idiota mirando por la ventana, mirando hacia adentro, sin mirar atrás, queriendo mirar adelante.


Minutos más tarde bajé en casa de Javier, cerro quince, conversamos un rato de la vida y la universidad y los computadores. Volví a mi casa.


En casa, almorzar, darme una ducha, afeitarme, cambiarme de ropa y peinarme. Todo en 20 minutos.

Aún así, llegar atrasado a la sala 552. Una sencilla prueba de química.

Luego, generar una conversación sin necesidad, pero siendo necesaria para fines que yo desconozco. Jugar al trueque de ideas, observar el flujo emocional, ser un observador observado. Al menos hablo con la seguridad que me confieren las palabras atolondradas, a veces sin más luz que la que puede otorgar un paisaje otoñal. Aunque yo crea que sólo existimos como excusa para ellas, las palabras.

Cinco y media de la tarde: nos juntamos y preparamos para la presentación del taller de práctica coral; en realidad, una presentación en conjunto con los instrumentistas, presentadores y gente que asiste a vernos.

Diez y nueve horas, comienza la presentación; himno de la Universidad de Santiago de Chile, carpeta en mano, movimientos maxilares, vibración de las cuerdas vocales.

Y una larga presentación. Ver a mis amigos compañeros sentados entre la gente. Fotos. Cara de foto.

Y luego de toda la agitación ni pensar, hasta este momento, en que el día fue una ráfaga que sentí como un despertar; algo que sentí dentro mientras pensaba. Reajuste de pensamientos. Logicicación de lo profundo (es decir, que llega a las raíces de...)

domingo, diciembre 18, 2005

LSD

A ratos, las explicaciones prefieren dormirse...


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LUCY IN THE SKY WITH DIAMONDS


Picture yourself in a boat on a river,
with tangerine trees and marmalade skies.
Somebody calls you, you answer quite slowly,
a girl with kaleidoscope eyes.
Cellophane flowers of yellow and green,
towering over your head.
Look for the girl with the sun in her eyes,
and she’s gone.

Lucy in the sky with diamonds

Follow her down to a bridge by a fountain
where rocking horse people eat marshmellow pies.
Everyone smiles as you drift past the flowers,
that grow so incredibly high.
Newspaper taxis appear on the shore
waiting to take you away.
Climb in the back with your head in the clouds,
and you’re gone.

Lucy in the sky with diamonds

Picture yourself on a train in a station
with plasticine porters with looking glass ties.
Suddenly someone is there at the turnstyle,
the girl with the kaleidoscope eyes.

Lucy in the sky with diamonds

viernes, diciembre 16, 2005

Esa iletrable sensación de reconocimiento

Me retracto. O mejor: no lo hago (pero en el fondo lo estoy haciendo). El punto de partida de esta discusión es el título, y de ahí a un acontecimiento muy anterior a esto mismo [advertencia-prejuicio: las cosas suceden DESPUÉS de que han sucedido en realidad, y no en el momento mismo (que no es ese so prejuicio), todo por causa de transcripciones de un sistema a otro, de una realidad exterior a una interior].

Sensación de reconocimiento, y me refiero a reconocer familiares cosas tales como: un grito, una palma abierta, un cenicero, un auto, una persona conocida, una persona desconocida, un libro, una prueba, un condón, un compás, un foco, una palabra, una circunstancia, una bitácora virtual, un chocolate, un deseo, una lámpara, una canción, un encuentro, un olor, una mano, un Dios, un cuadro, una cebolla, un vagón de Metro, un algoritmo vital, un Mago, una hechicera de Agnesí, un mapa irrelevante, un dato ficticio, un dato verdadero, un dato sin identidad, un dado, una teoría, una caminata nocturna, un loco, un circuito, un apuro, una amonestación, un alfabeto, un lied, una máscara, un lago, una liturgia, un reloj, una misión, un espejo, una almohada, un signo de puntuación, un-una etcétera.

Tal vez: cualquiera de aquellas cosas en un sentido que avanza en todas direcciones, es la idea que gira en torno a las circunstancias, es la mano que se desliza sobre el cuaderno de anotaciones, a veces el libro atrapado en la vitrina (y la delgadez del vidrio); entonces un mirar al cielo y ver los edificios, tal vez caer la lluvia sobre las mejillas, dar uno-dos-tres pasos, el peso del cuerpo sobre los pies, todo tan infinitamente evocador de sí mismo; y digo FAMILIARES porque existe cierto sentido de pertenencia; sólo eso, un sentimiento sólo descriptible a través de sus propios símbolos. Iletrable.

Y sin embargo, funciona como clave de insinuación.








[El juego se traspasa de hora a hora. Se vienen explicaciones. Os haré entender como funciona. Tendré que buscar en mi bolsa mágica de los temas de discusión y escribir algo más cercano-lejano]

sábado, diciembre 10, 2005

Desde lo otro

No escribo hace tiempo; días, semanas, meses.

Esto no ha resultado ser lo que quería ser, en parte porque no puedo publicar todo lo que escribo, en parte porque pretendía llevar una suerte de bitácora, en parte porque me cuesta hablar de la secuencia de mi vida personal, en parte por las partes.

A veces soy yo hablando desde lo otro, como de acentos peculiares. Y me dejo llevar por la idea de un diálogo fingido, pero que es real porque está ahí, pero que se finge con los dedos, con las miradas vacías, las almohadas en el pelo.

Se retuercen las manos cuando buscan en el aire vacío, pesado, denso a esta hora. Las manos que buscan a tientas el pedazo de aire. El pedazo de aire seleccionado por las condiciones iniciales. Y así. Y más que palabras, más que comentarios tardíos de lo que debiera haber sido. Más que un bosquejo de la realidad enorme.

El consuelo de un mundo literario que se expande a esto que es distinto de lo otro. Y viene a ser lo que un refugio. Lo que una silla en una esquina, esperando que pasen los meses para poder estar sentado verdaderamente en esa silla; para darle sentido a las especulaciones.



Y si quieres escribirme, lo haces.