martes, febrero 17, 2009

SQP

LEX

Sálvese quien pueda de la persistencia ideológica implícita en los medios de comunicación masiva. La absoluta falta de contenido del programa aludido no me incomoda tanto más que lo dicho sin decir que le corresponda, y es que en él abundan largas sentencias carentes de coherencia, la mayor de la veces, y aún de significado. El peligro está en lo que no se dice, pero que se muestra sin escrúpulos: la ventilación constante de las vísceras del otro, como una perversidad (porque no podemos llamarla de otro modo) aceptable (de a poco nos introducen en una moral del consumo: si se vende es bueno, moralmente hablando). Peligro, porque sin contenido queda expuesta la superficie, y en esta inversión del cuerpo reside la perversión que entiende y da crédito al éxito de la imagen, pasando por encima del prestigio o vida privada de unos y sobrestimando a otros por situaciones intrascendentes. Peligro, porque también nosotros damos crédito a su relato; aunque reaccionemos a este tipo de televisión con la indiferencia de cambiar de canal, no somos ajenos al exitismo generalizado de nuestro país, que se aferra a los ideales de la imagen, de la apariencia (aparentar trabajar al "sacar la vuelta", aparentar un estatus social, aparentar equis condición), que nos invita, cotidianamente a hacer menos, pero mostrar más. Y de la mano con esto, experimentamos, a nivel de jerarquía social, el intenso quehacer de la "filosofía del liderazgo" propuesta como una ideología del éxito, abudante en estos días. Desde aquí (d)enuncio: si así son las cosas, prefiero ser un hombre del montón original, que un líder del éxito.

LEX

jueves, febrero 05, 2009

Grabación número 23

Me lleva del paso inspirador, como diría Estaban. Stephan y Stephen no son más que otras máscaras, personas que, en definitiva, atribuyen el ser de sí mismos a otros ismos, quizá imaginarios, como las relaciones con sus reales condiciones de existencia, ideologías (Althusser). Hablo de ideologías literarias, por supuesto, no podría ser de otra forma. Máscaras que nunca podrían participar de la Idea de Esteban, ni de su decir, ni de lo que pretendería decir si llegase a decirlo.

Todo esto lo digo con una rara convicción de querer colocar personajes en el lugar y momento adecuados para acometer las acciones más ridículas y menos decorosas que... en fin, casi no tiene sentido mencionar esto sin antes comentar que grabo mis voces como si fueran otras voces y pretendo oirlas como si no las oyera, las grabo una y otra vez hasta que reconozco en ellas la continuidad, quizá pretendida de antemano, de una historia y unos personajes que poco a poco van armando su propio mundo, muy parecido al mío, tengo entendido. (Risas). La ficción no surge sino de una fricción, o para decirlo con Vargas Llosa, la ficción de la novela surge de "fricciones y desencuentros entre la historia singular de un individuo y la historia del mundo en que vive". Entonces, me repito el nombre de un personaje, digamos Beatriz, y se convierte para siempre en Beatriz, y no digamos nada de Dante porque es un poco pomposo tratar de querer asir de modo tan inapropiado el imaginario de otro con el mío, es decir, con mi ideología literaria. Beatriz, decíamos, vive atrapada - y supongo que no tengo otra forma para describirlo - entre dos mundos, ambos planos ficcionales: la infancia y la adultez; y un día decide irse lejos, y es importante que lo decida porque sin decisiones no habría historia; usted dirá que sí, que es lógico, si el escritor así lo decide, no puede darse una situación diferente, pero olvida algo de vital importancia: Beatriz aún no se escribe, o para ser más precisos, su historia aún no se escribe, y no existen una independiente de la otra.

Quisiera decir también, y vaya que lo hago, que no reclamo autoridad sobre el texto, ni sobre mi voz particular, haciendo eco de otros nombres que trazan su andar fanstasmagórico en la memoria de los árboles.