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viernes, septiembre 24, 2010

Magnetismo

Llegaba de madrugada y escuchaba mis casets en la radio, encerrado en la pieza. Como aún estaba ebrio y olía a alcohol, iba por un vaso de agua, me lavaba los dientes y me dejaba puesto un pantalón viejo y una polera desteñida que usaba para dormir. Escuchaba las canciones que grababa desde la radio, imaginando un programa fantasma, conducido por un personaje azaroso, perdido en la niebla de aquellas horas cercadas por el silencio. No fueron mis primeros experimentos radiales, ni serían los últimos. De niño inventaba historias que no alcanzaba a poner por escrito, pero que en la vieja radio grabadora conseguían configurarse llenas de sentido, mundos fonéticos a los que aquel sonido oscuro, terroso, ajeno, daba textura, personalidad. Y parecía tan cercana la posibilidad de hacer llegar las palabras a otros cuantos, siempre de noche (era la única manera en que se podía concebir) y como un susurro llegando desde muy lejos. Quizás ahora, con más facilidades, se me hace una actividad demasiado transparente y descubierta; las twitcams y podcast no son de una gran visibilidad mediática, pero alcanza para borrar los rincones de complicidad que antes parecían imposibles.

Viernes. Sábado. A veces llegaba más temprano o simplemente no salía, y entonces me quedaba leyendo, apoyado contra la pared como estoy ahora. También tomaba nota de las líneas de tiempo construidas de manera salvaje en los viajes en micro, completadas cuando legaba la noche y no había otra cosa que pensar. Los mundos que fui creando se convirtieron, después, en la arena para los juegos de rol que jugué como director. Tenía un cuaderno de personajes que maduraron conmigo, algunos desaparecieron, otros quedaron adheridos a los cuentos permanentes.

Me gustaban las cosas sencillas como aquella y hay algo en esto que se revela como lo esencial, como la dirección de la brújula que llevo dentro. Para comunicar, hay que volver a la soledad, a la oscuridad eléctrica de nuestro propio soundtrack.

miércoles, junio 23, 2010

Para hacer bailar a una muchacha en camisa

Tómese mejorana silvestre, orégano puro, tomillo silvestre, verbena, hojas de mirto junto con tres hojas de nogal y tres tallos pequeños de hinojo, todo lo cual será recogido la noche de San Juan en el mes de junio y antes de que salga el sol. Deberán secarse a la sombra, molerlas y pasarlas por un fino tamiz de seda, y cuando se quiera llevar a cabo este agradable juego, se soplará el polvo en el aire allí donde esté la muchacha para que lo respire, o se le hará tomar como si fuera polvo de tabaco; el efecto se manifestará de inmediato. Un famoso autor agrega que el efecto será tanto más infalible si esta traviesa experiencia se lleva a cabo en un lugar donde ardan lámparas alimentadas con grasa de liebre y de macro cabrío joven.


- Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos

viernes, enero 29, 2010

Reflexión

Tiempo de reflexión, para pensar y dejarse pensar. Flexionar el pulso, detener el paso y sentarse a orillas del lago.

***

Acabo de hacer un recorrido veloz por el registro de este sitio. Creo que es lo más cercano a un diario de vida que he llegado a escribir alguna vez. Sin duda, habrá entradas incomprensible y crípticas, pero también las hay de un lenguaje llano y proporcionado.

A veces escribo - nocturno - para luego borrar los párrafos. Pero esta noche preferí ver qué ocurría si dejaba todo tal cual iba saliendo de mis dedos. Porque la escritura proviene de los dedos, proviene de todo el cuerpo sensible, y se provee de cuanta motricidad encuentre a su paso. Por eso andar por las calles y escribir con los pasos se convirtió en una actividad fundamental. Entonces ya no es sólo mi sensibilidad, sino también la de la ciudad, convertida en cuerpo, en nave de sacrificio, templo sagrado, custodio de todas las palabras que no se han dicho, de todos los pasos que no se han dado y todas las posibilidades. Aquí y allá hemos tomado rumbos diferentes, pero no lo supimos a tiempo; y luego todo el tiempo se desarma en tu mirada, anulando la ciudad, los sacrificios y el silencio.