martes, julio 15, 2008

Por donde Andes

A veces la cadena de acontecimientos se sucede tan a prisa que uno olvida las premisas, los argumentos experenciales quedan en el aire, y tras el velo del tiempo es dificil precisar.

Hoy. De camino al centro (desde la plaza Pedro de Valdivia, micro 504). Al llegar a plaza italia me siento, aunque sé que será breve y que bajaré pronto. La señora, sentada a mi derecha, me interroga.

- ¿Sabe a dónde llega esta micro?

- No - le digo, y entonces se me queda mirando fíjamente -. Me bajo luego - explico.

- Me dijeron que tomara esta micro para llegar, ¿y después dobla?

- Sí, dobla aquí, más allá, a la derecha, y después llega a Pudahuel.

- No sé.

- ¿A dónde va, disculpe?

- Voy a [inentendible] Andes, me dijeron que fuera.

- ¿Pero va a Independencia?

- No sé, Andes - repite ella.

- pero, ¿a qué comuna va?

- No sé, me dijeron que [inentendible] Andes.


Se detiene la micro y yo lentamente me deshago de la conversación. Bajo en el sector del MNBA. Cruzo hacia el metro bellas artes. Una de las cuatro esquinas de la intersección Mosqueto-Monjitas se define como un pequeño hotel; arriba, con enormes letras azules, dice Hotel ANDES.

Prefiero acallar el murmullo interno y continuar en dirección a Huérfanos, el Paseo Ahumada y dejar que me trague el espacio cotidiano de las multitudes.

lunes, julio 14, 2008

No sé

Nunca sé por qué no he podido comenzar nunca un diario de vida.
Quizás ahora estaría leyendo los recuerdos que se hacen frágiles en la memoria, o demasiado plásticos, mejor dicho (sé que la diferencia entre frágil y plástico es abisal, pero qué más da si ya lo he escrito).

A veces pienso que si pudiera responder a esa pregunta fácilmente, nada de nada tendría sentido.

¿Es necesaria la continuidad? ¿Acaso es mejor si nos quedamos en el universo discontinuo de la memoria para permitirnos cambiar, camuflarnos, escondernos de nosotros mismos?

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Un montón de papeles dispersos en el suelo, sobre la cama, pegados como afiche en las paredes, entre los libros, aquí a mi lado (incluso a un lado del lavaplatos) son el corpus fragmentario de toda esta memoria.